Hoy, cuando lo único constante es el cambio, las organizaciones que florecen no son las más grandes ni las más antiguas: son las que aprenden, se adaptan y actúan con sentido.
En el entorno empresarial actual, la agilidad y transformación empresarial son cruciales para la supervivencia y el éxito. Las organizaciones que prosperan no son necesariamente las más grandes o antiguas, sino aquellas capaces de aprender, adaptarse y actuar con propósito. ¿Es la tuya una de ellas?
La agilidad empresarial es la velocidad y efectividad con la cual una organización puede aprender del mercado, adaptarse y evolucionar. Esa capacidad de adaptación es la que permite a las organizaciones ser exitosas a lo largo del tiempo con una toma de decisiones realmente potente.
Es una nueva forma de pensar y operar que nace en entornos donde no se pueden controlar todas las variables. Aquí no se trata de seguir un plan “a rajatabla”, sino de hacer pequeños experimentos, aprender rápido con modelos operativos disruptivos y evolucionar constantemente.
Imagina que tu banco quiere lanzar una nueva funcionalidad en su app. Podrías desarrollarla durante meses (o en ocasiones años) y esperas que el mercado responda, o liberas una versión pequeña de la funcionalidad, escuchas al usuario, validas tus hipótesis, aprendes y evolucionas. La agilidad empresarial opta siempre por lo segundo.
Bajo ese entendimiento, los equipos:
Así, cada entrega al mercado se convierte en una oportunidad de aprendizaje y evolución. Una oportunidad de mejorar tus resultados y adoptar una transformación ágil.
Recuerda: la agilidad y transformación empresarial se apoya en el método científico: formular hipótesis, experimentar, medir resultados, aprender de ellos y realizar ajustes. Empresas exitosas como Amazon y Netflix demuestran este enfoque al escuchar activamente a sus usuarios, actuar con rapidez y evolucionar constantemente. Los bancos que han logrado transformaciones digitales significativas han adoptado esta mentalidad emprendedora, priorizando la experimentación y el aprendizaje continuo.
Uno de los mayores errores que cometen las organizaciones tradicionales es enfocarse únicamente en el output: cuánto se construye, cuántas funcionalidades se liberan. Pero la agilidad y transformación empresarial nos invita a mirar el outcome: ¿cuánto valor se entrega realmente? ¿Resolviste un problema real? ¿Mejoraste la vida de alguien? ¿Cómo estamos generando valor real para nuestro cliente y el negocio?
Como decía Eric Ries, “No hay nada más improductivo, que hacer con alta efectividad algo que nadie quiere usar.”
Por ejemplo, una tarjeta de crédito no es exitosa por los beneficios que ofrece en el papel, sino por la cantidad de personas que la solicitan y la usan en su día a día. Es valiosa por la cantidad de necesidades que resuelve a las personas que la usan. Ese es el verdadero impacto.
“Velocidad no es solo moverse rápido, es moverse hacia donde realmente hace la diferencia.” Tim Brown, ex CEO de IDEO.
A eso nos referimos cuando invitamos a pasar de ‘fábricas de funcionalidades’ a ‘fábricas de valor’. Míralo con un ejemplo más: en muchas organizaciones tecnológicas, especialmente en grandes empresas, los equipos caen en la trampa de operar como “fábricas de funcionalidades”: construyen y lanzan sin cesar nuevas secciones, botones o integraciones, midiendo el éxito en cantidad de entregables. Sin embargo, esto rara vez garantiza que lo construido realmente resuelva un problema o genere un impacto positivo en los usuarios.
La verdadera agilidad empresarial implica un cambio de mentalidad: dejar de medir el éxito por lo que se entrega (output) y empezar a medirlo por el valor que se genera (outcome). Por ejemplo, lanzar una funcionalidad como “Ahorro inteligente” no debe enfocarse únicamente en cumplir con un backlog, sino en validar si realmente ayuda a los usuarios a ahorrar. Si se construye sin validar necesidades reales, puede terminar siendo una inversión sin impacto.
En cambio, una “fábrica de valor” lanza versiones mínimas, observa el comportamiento del usuario, aprende de su feedback y ajusta continuamente. Así se provocan verdaderos cambios de comportamiento y se asegura que cada esfuerzo tecnológico se traduzca en resultados que importan. El valor real de nuestros productos no está solo en lo que liberamos, sino en lo que aprendemos y mejoramos mientras los construimos.
En un banco, adoptar la agilidad y transformación empresarial no significa intentar hacer todo al mismo tiempo. Significa tomar decisiones inteligentes y alineadas con el propósito.
Desde Pragma, te compartimos algunos pasos concretos:
Los value streams ayudan a transformar hipótesis de negocio en soluciones reales que hacen una diferencia. Todos aportan desde sus áreas, pero con una visión común y propósito compartido. Eso es transformar una organización con agilidad.
La agilidad y transformación empresarial no es una moda. Es una respuesta estratégica a un entorno cambiante. Es acercarse más al cliente y enfocarse en lo que realmente importa.
Como miembros de equipos que construyen activos digitales, tenemos el timón. La oportunidad está en diseñar nuevas formas de entregar valor, inspirar a los equipos, liderar una cultura organizacional que abraza el cambio como parte de su ADN y la convierte en parte de su ventaja competitiva.
Porque el éxito no se mide únicamente por lo que construimos, se mide por las sonrisas que producimos en los usuarios y por las vidas que mejoramos.